Extracto de «Historia de la Locura en la Época Clásica» de Michel Foucault.

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«Al cielo ya volaron justicias y razones.
¡Ay! usurpan sus tronos el hurto, la venganza,
el odio, los rencores, la sangre, la matanza»  (Brant, Canto CXVII)

(…) ¿Qué anuncia el saber de los locos? Puesto que es el saber prohibido, sin duda
predice a la vez el reino de Satán y el fin del mundo; la última felicidad es el
supremo castigo; la omnipotencia sobre la Tierra y la caída infernal. La «Nave de
los locos» se desliza por un paisaje delicioso, donde todo se ofrece al deseo, una
especie de Paraíso renovado, puesto que el hombre no conoce ya ni el
sufrimiento ni la necesidad; y sin embargo, no ha recobrado la inocencia.

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«Apocalipsis» de San Juan Durero 1498

(…)

Pese a tantas interferencias aún visibles, la separación ya está hecha; entre las dos formas de experiencia de la locura no dejará de aumentar la distancia. Las
figuras de la visión cósmica y los movimientos de la reflexión moral, el elemento
trágico y el elemento crítico, en adelante irán separándose cada vez, abriendo en
la unidad profunda de la locura una brecha que nunca volverá a colmarse. Por un
lado, habrá una Nave de los locos, cargada de rostros gesticulantes, que se
hunde poco a poco en la noche del mundo, entre paisajes que hablan de la
extraña alquimia de los conocimientos, de las sordas amenazas de la bestialidad,
y del fin de los tiempos. Por el otro lado, habrá una Nave de los locos que forme
para los sabios la Odisea ejemplar y didáctica de los defectos humanos.

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«Nave de los locos» de El Bosco

Historia de la locura en el época clásica. Foucault. Fondo de Cultura Económica.


Les dejo la película argentina «Hombre mirando el sudeste» de Eliseo Subiela.

Y esta bella escena.

¡Oh amigos, dejemos esos tonos!
¡Entonemos otros más agradables y más alegres!
Alegría, hermosa llama de los Dioses,
hija del Eliseo.
Entramos, oh celeste deidad,
en tu templo ebrios de tu fuego.
Tu hechizo funde de nuevo lo que los tiempos separaron.
Los hombres se vuelven hermanos allí por donde reposan tus suaves alas.
Quien haya tenido la dicha de poder contar con un amigo,
quien haya logrado conquistar a una mujer amada,
que su júbilo se una al nuestro.
Aún aquel que pueda llamar suya siquiera a un alma sobre la tierra.
Más quien ni siquiera esto haya logrado,
¡que se aleje llorando de esta hermandad!
Todos los seres beben de la alegría del seno abrasador de la naturaleza.
Los buenos como los malos, siguen su senda de rosas.
Ella nos da besos y vino y un fiel amigo hasta la muerte,
al gusano le concedió la voluptuosidad,
al querubín, la contemplación de Dios.
Volad alegres como sus soles a través del inmenso espacio celestial,
seguid, hermanos,
vuestra órbita, alegres como héroes en pos de la victoria.
¡Abrazaos millones de hermanos!
Que este beso envuelva al mundo entero! Hermanos!
Sobre la bóveda estrellada habita un Padre bondadoso!
¿Flaqueáis, millones de criaturas? ¿No intuyes, mundo, a tu Creador?
Búscalo a través de la bóveda celeste,
¡Su morada ha de estar más allá de las estrellas!

 

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